La Leyenda del Cerro de las Culebras

Gregorio Jácome Moreno

En la ciudad de Coatepec, en el estado de Veracruz, existe un cerro al que se le denomina Cerro de las Culebras, está compuesto de grava volcánica que surgió hace miles de años durante la erupción del volcán Naucantepetl o Cofre de Perote.

Se le llama Cerro de las Culebras porque se decía que de su interior salían un sin número de culebras por las noches que protegían a la ciudad de los malos espíritus.

Los antiguos pobladores creían que la Culebra era también sinónimo de fertilidad, en las mitologías aztecas se dice que la gran diosa Coatlicue vivía en el Coatepetl, el gran cerro donde un día, mientras la diosa barría una pluma cayó del cielo, y en ese momento dio a luz a Huitzilopochtli, dios de la guerra, que una vez que nació le dio muerte a sus cuatrocientos hermanos.

El espíritu de los hermanos, volvían a decir los antiguos, encarnaba en cada una de la culebras que habitaban el Cerro y salían de las cuevas que hay en él para salvaguardar al pueblo de Coatepec, también para ahuyentar a los animales de rapiña que robaban el producto de las cosechas, como el tabaco, la naranja y el café.

Gracias a eso la producción es abundante y de muy buena calidad, la tierra es fértil no solo en alimentos, sino en plantas medicinales y de ornato como las Orquídeas.

Sin embargo, en la cueva principal habita una víbora cuyo tamaño es mayor a los cien metros de largo por un metro de ancho, en ella vive el espíritu de la diosa Coatlicue. Es la madre de todas las demás.

Es una culebra buena. Señora y protectora del pueblo de Coatepec. Se cree que cuando la gran víbora enferma, en la ciudad de Coatepec ocurren calamidades, enfermedades, epidemias, crisis económica. En cambio cuando ella está sana, suceden cosas buenas.

La gran culebra es eterna, nunca morirá. Así como ella, nunca se terminará la fertilidad de la tierra de Coatepec, los nacimientos de agua que surten los ríos tampoco se terminarán, porque su bondad es infinita.

De los pobladores de Coatepec depende mantener a la culebra sana, porque aunque nadie la ha visto, sabemos que ahí está, en la misma entraña de su Cerro, siempre atenta y vigilante de lo que afuera sucede.