martes, 20 de marzo de 2018

“DEBO NO NIEGO; PAGO LO JUSTO”



  Teresa Carbajal

Esclavas por usura
II Parte

La Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 21, apartado 3, establece que: “Tanto la usura como cualquier otra forma de explotación del hombre por el hombre, deben ser prohibidas por la ley.”  Así lo dice, al abordar los Deberes de los Estados y Derechos Protegidos, respecto a los derechos civiles y políticos de las personas, concretamente al referirse al derecho a la propiedad privada. 

¿Que a nosotros, qué nos interesa? Ah, pues mire, de conformidad con el artículo 133 de nuestro máximo ordenamiento legal o sea la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ésta, las Leyes que de ella emanen, y los Tratados Internacionales son Ley Suprema de toda la Unión; a pesar de las disposiciones en contrario, que pudieran existir en las Constituciones o leyes de los Estados.

A eso súmele, que el artículo 1o. de nuestra Carta Magna dispone que todas las personas debemos gozar de los derechos humanos reconocidos en ella y en los Tratados Internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte -como la Convención Americana- y por tanto, todas las normas relativas a derechos humanos deben interpretarse de conformidad con nuestra Constitución Federal y con los tratados internacionales, favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia.

Si lo dejamos ahí, suena a discurso de presídium (de esos leídos) que quienes lo pronuncian, apenas si lo entienden. Pero si le digo que con este fundamento legal, hoy precisamente estamos recibiendo la notificación de un Tribunal Colegiado de Circuito que le concedió el amparo y protección de la Justicia Federal a un matrimonio orizabeño (en edad adulta mayor) que luchó contra un Banco, que los tenía esclavos por usura.

Caso de cuya defensa se hizo cargo el Barzón, y que peleamos como siempre y ganamos con mucho esfuerzo, ¡no cabemos de felicidad!, ¡sí se pudo!, sí se pueden ganar batallas legales en contra de la usura, y combatir así los abusos que sufren quienes viven la amarga experiencia de sentirse encadenados a deudas impagables. 

Alguien me preguntó la semana pasada si celebramos el Día Internacional de la Mujer, contesté que sí, pero no me dio tiempo de decirle que no lo hacemos sólo el 8 de marzo en un presídium, lo hacemos todos los días, defendiendo a las mujeres que viven este problema, concientizándolas en sus derechos para que los exijan, escuchando sus historias de dolor con paciencia y atención para seguir aprendiendo y buscar mejores estrategias para llegar a tiempo a sus vidas.

Concluyo, el miércoles por la mañana fui testigo de la surrealista escena, con “lágrimas de cocodrilo” de la Ombudsman local que se dolía por no recibir reconocimientos, según ella porque nadie es profeta en su propia tierra ¡Señora, despierte! Un defensor de derechos humanos no debe esperar premios, el reconocimiento está en la satisfacción de saber el deber cumplido.

Saludos, Teófilo.
¡Pregunte, es mejor tener dudas, que deudas!

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